Los investigadores del crimen del veterinario asesinado el sábado pasado en su local de Rafael Castillo ya tienen identificado a un segundo sospechoso del crimen porque dejó sus huellas digitales en los espejos retrovisores de la moto que los asesinos dejaron abandonada en el lugar del hecho.
Fuentes judiciales y policiales informaron a Télam que la identificación del sospechoso fue posible gracias al trabajo de los especialistas de la Policía Científica en el AFIS (Sistema de Identificación Automatizado de Huellas Dactilares, según sus siglas en inglés).
Los peritos analizaron los dos espejos retrovisores de la moto marca Corven que no arrancó y quedó abandonada por los delincuentes en la puerta de la veterinaria, y allí levantaron las huellas de dos pulgares.
Al ser cargadas en la base de datos del AFIS -donde están las improntas dactilares de todas las personas con antecedentes penales en la provincia-, el sistema le puso nombre y apellido al dueño de esas huellas, quien ahora tiene un pedido de captura nacional e internacional por el homicidio del veterinario Víctor Cabrera (56).
La casa de este sospechoso fue allanada por orden del fiscal a cargo de la causa, José Luis Maroto, de la Unidad Funcional de Instrucción (UFI) de Homicidios de La Matanza, y allí fue secuestrado el cachorro de raza pitbull que fue utilizado por los asaltantes como «carnada» para entrar a la veterinaria.
«El cachorro se transformó en una prueba clave en la causa. Ni bien la policía ingresó a la comisaría con el perro, la secretaria del veterinario que fue testigo del hecho se puso a llorar y lo reconoció como el cachorro con el que habían llegado los delincuentes», dijo a Télam una fuente judicial.
Por el caso, el mismo sábado fue detenido un primer sospechoso, identificado por las fuentes como Diego José Sansobrino (30), quien al igual que el prófugo, son vecinos y viven a cinco o seis cuadras de la veterinaria.
«En el caso del primer detenido, el identikit que hicieron las dos testigos del hecho fueron la clave para su aprehensión. Dijeron que era rubio, de ojos celestes y medía un metro ochenta y, cuando fuimos al domicilio de este sospechoso, lo encontramos en la casa y le secuestramos una pistola calibre .22, compatible con el arma homicida», señaló el investigador judicial consultado.
El fiscal maroto ya ordenó que esa pistola sea cotejada tanto con la vaina .22 encontrada en la escena del crimen como con el plomo del mismo calibre extraído en la operación de autopsia de Cabrera.
El crimen fue cometido el sábado al mediodía en la veterinaria de Cabrera, ubicada en la calle Cristianía 394, de Rafael Castillo, partido de La Matanza.
Dos jóvenes llegaron en moto, con un cachorrito de la raza pitbull y, con la excusa de que querían una revisación para el perro, fueron atendidos por Cabrera dentro del consultorio.
En el local estaban la secretaria de Cabrera y una mujer que llegó después y esperaba su turno para que el veterinario atendiera a su gato.
Ambas testigos escucharon una voz desde el consultorio que le decía el médico veterinario «dame la plata o te quemo» y al instante la detonación de un disparo de arma de fuego.
Los dos jóvenes salieron corriendo del consultorio con el cachorro pitbull en brazos y trataron de huir en la moto que dejaron en la puerta, pero como el vehículo no arrancó, lo abandonaron y huyeron corriendo.
La autopsia determinó que Cabrera murió de un único disparo calibre .22 que le atravesó la tráquea y los dos pulmones.
El caso fue caratulado como homicidio críminis causa, es decir matar para ocultar otro delito, en este caso el robo, y lograr la impunidad.
Fuente : 24con